sábado, 20 de octubre de 2007

depresión en la escuela

El pasado martes, 9 de Octubre, leí en el periódico Nueva Línea un artículo sobre la depresión y el estrés en los niños, y empezaba con la estremecedora afirmación de que un 5% de la población infantil padecía depresión el algún momento de esta etapa.

La sola idea de pensar que un niño pueda sufrir depresión en esas edades en las que tan importante es experimentar y abrirse sin miedo al mundo exterior para ir conociéndolo poco a poco, para ir integrándolo a su vida cotidiana, me hizo pensar hasta qué punto la Escuela puede provocar dicha depresión.

El artículo exponía como causas más relevantes la pérdida de los padres u otros familiares, problemas familiares, etc., en la mayoría de los cuales poco tiene que hacer la Escuela, salvo intentar minimizar el golpe tan traumático que resulta para un niño esa situación, sin embargo, muchas otras veces estas depresiones provienen del ámbito escolar; todos los que vivimos en el mundo de la Educación sabemos lo difícil que resulta la vida en el patio para un niño (las burlas, las agresiones, los rechazos...) y muchas veces los maestros no somos capaces de hacer más que un "Fulanito, no digas eso" y/o "Menganita, castigada sin recreo". Otras veces los causantes somos los maestros por un exceso de actividades, pasando por alto que nuestros alumnos muchas veces (el 99% de los casos, 1% arriba, 1% abajo) no son como nos los ponen los libros de ejercicios (esas clases utópicas, tan homogéneas, tan participativas...), sino que cada clase es un microcosmos en sí misma.

El artículo decía que los padres son los primeros que tienen que detectar ese problema, pero los maestros también tenemos que estar pendientes a cualquier conducta anormal para un niño de esa edad, puesto que pasamos muchas horas con ellos y podemos verlos en un ambiente diferente al de su hogar.

Reconozco que sobre la teoría queda todo muy bonito, pero claro, sé que las cosas no se ven igual en una clase de 15 alumnos que en una de 32. Yo estoy convencido de que llegará el día de que conseguiremos una Escuela en la que el número máximo de alumnos por clase sea de 15 (y desde aquí hago saber a los partidos políticos de España que el primero que incluya esa propuesta en su programa electoral, recibirá mi voto), ya que el dinero en Educación no debería figurar como "Gastos", sino como "Inversión". Ese día se dará un paso gigantesco para bajar ese 5% de niños con depresión y dejarlo en un 0% o casi.

Pero como mientras llega ese día, algo hay que hacer mientras, debemos buscar la forma de evitar por todos los medios los nuevos casos de depresión. La Educación Física tiene mucho que decir aquí. En clases de Educación Física se dan las circunstancias propicias para acabar con la depresión en los niños... pero también para propiciarla.

Muchos alumnos con excelentes en el resto de asignaturas se encuentran con problemas en esta clase, sobre todo por el miedo al ridículo en determinadas actividades y el estrés que ello conlleva, miedo al fallo, a las burlas de los demás. Ni que decir tiene que el maestro no tiene que transigir con estas actuaciones, pero también es verdad que hay que diseñar las actividades sopesando todas las posibilidades, y una de ellas es el posible miedo al fracaso del alumno. No soy partidario de suprimir los juegos de competición como he leído en algunos libros, sino que hay que plantear las actividades de forma que la parte negativa de la competición (la derrota, el fallo, el miedo al ridículo...) quede minimizada. De echo, el superarse a sí mismo, el descubrir que puede llegar a hacer cosas que antes no podía hacer es una sensación muy positiva para el alumno, muy gratificante, y esa es una buena arma contra la depresión. La depresión tiene un componente psíquico, pero también un componente biológico, muy relacionado con lo físico, con el cuerpo, y es ahí donde la Educación Física puede ayudar mucho más que cualquier otra área de la Escuela.

Tanto lo de las clases numerosas, como el papel que juega la Eduación Física en combatir el estrés en los niños da para mucho, así que lo dejaré para otros días.